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Chacarita: entre la transformación y la protesta, el Código Urbanístico en debate
En el tejido urbano de Buenos Aires, existe un rincón que destaca por su historia, su espíritu comunitario y la encrucijada entre su pasado y un futuro que genera polémica. Chacarita, una joya en la trama de la ciudad, emerge como una luz de transformaciones impulsadas por un Código Urbanístico que, lejos de ser un faro, desató muchas controversias.
Este barrio, cuyo nombre evoca tierras fértiles y granjas de antaño, es hoy un foco de vida nocturna vibrante y una cultura accesible que atrajo a aquellos en busca de un vecindario lleno de vitalidad y comunidad. Sin embargo, atrás de esta fachada bulliciosa se esconde una narrativa de decisiones gubernamentales mal calibradas, una planificación urbana desactualizada y un código que, en lugar de ser una brújula, llevó a los vecinos por senderos de incertidumbre y preocupación.
La semilla de este conflicto tiene raíces profundas. En la búsqueda de aumentar la población de Buenos Aires se desató una avalancha de construcciones sin la debida infraestructura que soportara tal crecimiento. El resultado: una sobrecarga descomunal que estranguló los servicios públicos hasta su límite, dejando en jaque a quienes llamaban hogar a esta parte de la ciudad.
Los hechos tomaron tintes preocupantes cuando las modificaciones al Código de Planeamiento empezaron a tener consecuencias negativas como el colapso de los servicios, llevando al gobierno a suspender, en un acto desesperado, la concesión de permisos de obra en varios barrios, incluido Chacarita. Este fue solo el preludio de una batalla mayor que se libró en el terreno del debate político y urbanístico.
Luego, el surgimiento del Código Urbanístico desencadenó un torbellino de opiniones divergentes. La ausencia de una planificación ajustada a la realidad actual dejó al descubierto la paradoja de un marco legal que, en teoría, buscaba regular el uso del suelo y la densidad poblacional, pero en la práctica desencadenó un caos constructivo y social.
Algunos vecinos del barrio de Chacarita, agrupados bajo el bajo "Amparo Ambiental Chacarita", se unieron en una protesta por la construcción desmedida y piden la modificación al código actual. Una de las vecinas autoconvocadas, Rita Cortiñas, sostiene que: "Esta asociación, empezó cuando nos dimos cuenta que había muchas obras en construcción y muchos terrenos en venta. Este es un barrio de casas bajas, no de edificios. Antes los pocos edificios que se construían eran de hasta tres pisos como máximo, y ahora, está habilitado que construyan torres."
Dentro de sus preocupaciones, se ecuentra el incremento de la densidad demográfica y constructiva que tiene un efecto directo en la infraestructura de servicios públicos, que colapsan. Como, por ejemplo, la luz, el agua y las cloacas. Además, también se perjudica la infraestructura no domiciliaria, que tiene que ver con las escuelas y espacios verdes. De esta forma, según la vecina, "No existió ningún plan que acompañara el incremento demográfico con el equipamiento urbano."
Las audiencias públicas, el escenario donde la voz de la ciudadanía debería resonar, fueron testigo del rechazo unánime hacia estos códigos que, lejos de reflejar las necesidades de la comunidad, parecían ser redactados con una pluma sorda a las demandas ciudadanas. La aprobación unilateral de estos códigos, sin el aval ni el respaldo de la ciudadanía ni de los partidos opositores, arrojó sombras sobre la legitimidad de estas decisiones.
Chacarita, entre tantos barrios afectados, se convirtió en un escenario donde la protesta y la resistencia se manifestaron en un clamor unánime. Los cambios en la normativa, como la eliminación del FOT y el aumento exponencial de la capacidad constructiva, sembraron la semilla de una transformación desmedida, convirtiendo las viviendas en commodities para las inmobiliarias y dejando a la comunidad local a merced de una planificación sin criterio ambiental ni social.
Según Jonatan Baldiviezo: Abogado en Derechos Humanos, Ambientales y Urbanos y fundador del "Observatorio de la Ciudad" y del "Partido político El Movimiento La Ciudad Somos Quienes La Habitamos", se puede ver el interés que hay por detrás de de esta nueva ley y el beneficio hacia al sector privado, es decir, las inmobiliarias y constructoras. "Se está produciendo un efecto de renovación inmobiliaria muy acelerado. Antes, si se compraba, no convenía demoler porque se podía construir lo mismo. Ahora, se compra para demoler y construir. Por eso, en el barrio de Chacarita, se ven tantas casas en venta, otras en proceso de demolición y otras en construcción."
El caso emblemático del complejo OM Palermo en Chacarita, una manzana completa destinada a la construcción de unidades residenciales y amenidades de alto nivel, refleja el trasfondo de un modelo de desarrollo urbano cuestionable. La inversión millonaria, los valores de venta y el público objetivo trazan un perfil de una ciudad dentro de otra, donde las necesidades reales de la comunidad parecen ser obviadas en pos del negocio.
Mientras tanto, las excepciones al código se multiplican como esporas en el viento, dando lugar a nuevos convenios con desarrolladores inmobiliarios que desafían los límites establecidos. La falta de evaluaciones exhaustivas de los impactos sociales y ambientales alimenta la preocupación de que la planificación urbana se convierta en un juego de intereses corporativos.
En este contexto, las voces ciudadanas claman por un cambio, exigiendo una revisión profunda del Código Urbanístico, reivindicando su derecho a un entorno que respete su identidad, su comunidad y su calidad de vida. Los vecinos autoconvocados como "Amparo Ambiental Chacarita" y "La Ciudad Somos Quienes La Habitamos" se erigen como guardianes de una ciudadanía que reclama un código con valores, con principios y, sobre todo, con códigos morales.
La historia de Chacarita es un relato en constante evolución, donde la lucha por un entorno habitable y sostenible sigue siendo el epicentro de una batalla que aún no ha encontrado su epílogo. En las calles bulliciosas y entre las sombras de los edificios que se alzan, la comunidad busca ser escuchada, esperando que sus voces resuenen más allá de los límites del barrio, marcando el camino hacia una ciudad más justa, equitativa y habitable para todos.